Las
palabras elegidas esconden a menudo significados profundos, a veces tan ocultos
como evidentes. El campo de interpretación de la acción de proyectar incorpora
la noción de ir o lanzar hacia adelante. Aunque también reúne el matiz de comprobar
una cierta esperanza en la fortuna del movimiento. Ese avance en busca de
sorpresas eficaces es un acto de optimismo propositivo que incluye el pleno reconocimiento
de las posibilidades.
A
la luz del conocimiento, de la intuición o de la percepción, interceptamos
resultados activos. Capaces de ser reconocidos y descubiertos. Tan sólo tenemos
que disponer esa luz en el lugar adecuado y en su hábil proyección interceptar
significados. Saber elegir se convierte entonces en una labor vinculada a la
búsqueda de la pertinencia, es decir, a encontrar lo conveniente, lo ajustado y
lo apropiado. Pero a su vez, prodigiosamente, también entra en juego el magnífico
caudal de aquellas posibilidades que, sin obedecer a ningún control racional, son
capaces de desvelarnos nuevas lecturas.
La
atención es un sentido inquieto. Viaja de lo más previo a lo menos previsible.
Y en su devenir casualmente se detiene en lugares nunca predichos. Podemos
dirigir el esmero, con vigilancia y curiosidad, pero una fuerza desconocida a
menudo nos hace descubrir realidades no anticipadas. Libres.
Una
vez tirados los dados puede que lo que se ilumine sea, a la vez de un número,
una suerte.