p e r p l e x i t i e s

and architecture, hand made architecture

3 de octubre de 2022

Circo

 








Hacer arquitectura ha venido significando apropiación, presencia y suficiencia. Y desde una indiscutida libertad ha supuesto fundar sin límites para significarse. Adoptando métodos constructivos en los que se ha procedido a extraer, producir, usar y, finalmente, desperdiciar. La obsolescencia ha sido habitualmente inadvertida o, al menos, codiciosamente no apreciada.  

Históricamente nos hemos valido de mecanismos de transcendencia que han supuesto un paulatino consumo de todo aquello que nos rodeaba. Con un inaudito e incontrolado sentido de la propiedad y la disponibilidad. Por alguna razón hemos mantenido la falacia de que el planeta entero es nuestro, que nos pertenece globalmente de manera indiscriminada. Pero una nueva era tiene que comenzar; nuestra propia extinción por agotamiento no sólo es posible, sino que resulta cada vez más probable. Las prácticas que habían sido válidas y generalizadas, ahora empiezan a ser poco menos que impertinentes. Se impone otro planteamiento. Menos desprendido. Más consecuente.

Nuestro medio vital es finito, tanto material como temporalmente, y la conciencia de la limitación de los recursos y los ciclos que lo constituyen está llevando a reformular las condiciones en las que la arquitectura puede y debe llegar a ser. La arquitectura no puede suponer ya la creación de futuras ruinas, de residuos pre-habitados.

Tenemos la obligación de entender que los modos lineales de actuación deben dar paso a métodos circulares de adaptación, que los procesos limitados de principio-fin han de sustituirse por sistemáticas ilimitadas de inicio-reinicio. Sabemos que vivimos en una escasez creciente, exponencial, y las dinámicas han de garantizar una responsable sostenibilidad. Una constante regeneración. 

Hacer que un arquitectura nazca de otra ya existente de manera cíclica, que la materia y el pensamiento se sucedan a sí mismos, que se puedan de alguna manera perpetuar, no es sólo conveniente, empieza a ser urgente.

Pero el reto resulta complejo, las muchas inercias del pasado dificultan la implantación de mecanismos capaces de ser veraces y efectivos. Al igual que el medio ambiente natural, el medio habitable artificial habrá de conseguir altas cotas de reproducibilidad. La preservación de nuestro entorno será una cuestión de equilibrio entre lo que podemos hacer y lo que nos permitirnos destruir. La edificación de artefactos arquitectónicos habrá de contemplar los efectos tanto de la construcción como de la demolición, del montaje como del desmontaje, de la utilización como de la reutilización. Todo uso de materia tendrá que ser susceptible de posibilitar el mínimo residuo y, como consecuencia, una progresiva descontaminación. Y ello no se puede realizar sin un cambio generalizado de mentalidad, sin una nueva puesta en escena.

Más allá de reconocer las condiciones imperantes a considerar lo que entendemos por Arquitectura, con mayúscula, va a seguir siendo necesaria. Su utopía pragmática, tan propositiva como capaz,  habrá de desarrollarse, facta non verba, en la satisfacción creciente del más difícil todavía.




30 de marzo de 2022

Alea iacta est (”los dados han sido tirados”)

 


Las palabras elegidas esconden a menudo significados profundos, a veces tan ocultos como evidentes. El campo de interpretación de la acción de proyectar incorpora la noción de ir o lanzar hacia adelante. Aunque también reúne el matiz de comprobar una cierta esperanza en la fortuna del movimiento. Ese avance en busca de sorpresas eficaces es un acto de optimismo propositivo que incluye el pleno reconocimiento de las posibilidades.

A la luz del conocimiento, de la intuición o de la percepción, interceptamos resultados activos. Capaces de ser reconocidos y descubiertos. Tan sólo tenemos que disponer esa luz en el lugar adecuado y en su hábil proyección interceptar significados. Saber elegir se convierte entonces en una labor vinculada a la búsqueda de la pertinencia, es decir, a encontrar lo conveniente, lo ajustado y lo apropiado. Pero a su vez, prodigiosamente, también entra en juego el magnífico caudal de aquellas posibilidades que, sin obedecer a ningún control racional, son capaces de desvelarnos nuevas lecturas.

La atención es un sentido inquieto. Viaja de lo más previo a lo menos previsible. Y en su devenir casualmente se detiene en lugares nunca predichos. Podemos dirigir el esmero, con vigilancia y curiosidad, pero una fuerza desconocida a menudo nos hace descubrir realidades no anticipadas. Libres.

Una vez tirados los dados puede que lo que se ilumine sea, a la vez de un número, una suerte.

30 de octubre de 2019

¡Ale Hop!













(expresión ritual utilizada en el circo para jalear los números artísticos.)


Cuando de hacer arquitectura se trata es común encontrarse ante frecuentes procesos disyuntivos. El dilema principal surge cuando entra en juego la confrontación entre el pensamiento crítico y el creativo. El motor crítico, lógico y racional, ciertamente convergente y concentrado, evalúa y juzga la validez de los resultados inmediatos y localiza errores. Sin embargo el impulso creativo, intuitivo e inconsciente, divergente y lateral, privilegia transgredir lo establecido y se empeña en buscar innovaciones. Mientras que la fuerza crítica examina dentro de los marcos y procedimientos aprendidos, la potencia creativa transgrede los límites para actuar más allá de lo conocido.

Aunque tal dicotomía no podría funcionar si no fuera por el principio de complementariedad que nos lleva a reconocer que cuando el razonamiento falla, nos salva la imaginación, y cuando la intuición se ausenta, nos asiste el razonamiento, esa tensión dual a menudo nos limita mediante bloqueos operativos. Es entonces cuando nos valemos  de una forma específica de organizar los procesos de pensamiento buscando soluciones mediante estrategias no ortodoxas, que normalmente serían ignoradas por el pensamiento lógico. Ponemos en duda las suposiciones, hacemos preguntas no inmediatas, y nos aliamos con las extrañezas eficaces. Nos  concentramos en romper conceptos, en practicar la provocación y la disrupción, todo con objeto de facilitar la apertura de la mente para lograr la reestructuración de los estándares.

Ese movimiento, cual pirueta, requiere habilidad pero sobre todo entrenamiento. Sin la disciplina y deducción del razonamiento el pensamiento lateral creativo se limitaría a producir lábiles paradojas. Es entonces cuando pueden intentarse ciertas provocaciones controladas. Nos llegamos a plantear analogías, comparando ideas desvinculadas de lo racional, con ánimo de alejarse de los estereotipos, e indagar en la posibilidad de diferentes opciones. Nos aventuramos a ensayar la inversión de conceptos y procesos, alterando su sentido para reconocer su contrario y experimentar el problema de manera diferente. Fraccionamos lo unitario para obtener de las partes divididas, de la descomposición, nuevos órdenes y modelos de entendimiento. Nos desafiamos al negar las características obvias y generamos de ese modo nuevas situaciones posibles. Somos proclives a exagerar, distorsionar y modificar de cualquier forma las cualidades del entorno del problema. Maniobras todas fruto del acierto y la intensidad. Decantándose en su éxito como diestros trucos.

Siendo capaces de conectar el pensamiento con la acción, posibilitando la utilización de esas dinámicas transformadoras, tan lúdicas como performativas, y a su vez detectar y comunicar su sorprendente naturaleza, estaremos respondiendo al “Más Difícil Todavía”.













25 de enero de 2019

KISS

(Keep It Simple Stupid)











A menudo la complejidad que manejamos es invasiva e inabarcable. Y es entonces cuando nos inclinamos a acudir a ciertos rituales de economía, a diestros procesos de ahorro y moderación, a practicar una medida parsimonia que nos proporcione el necesario progreso.

Cuando nos enfrentamos a procesos donde debemos vencer un contenido enredo, un reiterado entrelazamiento de variables, tendemos a valernos de métodos y habilidades con los que contrarrestar las muchas indeterminaciones que dificultan llegar a los resultados buscados. Ese denodado control de todo aquello que produce los avances significativos depende inevitablemente de una aprendida capacidad de elección pero también de saber involucrar una adecuada exactitud. De decidir ese corte o incisión que nos pueda dirigir a lo conciso, sucinto y exacto. Y esa sustracción selectiva, esa abstracción, consigue elevar la solución y la intención.

Muchos recuerdan el arcano medieval de Ockam que ante la disyuntiva de opciones probables se limitaba a proponer inclinarse hacia la corrección de una decantada simplificación, pero resulta conveniente descender al más contemporáneo aforismo que sostiene que todo se debería entender tan simple como sea posible, pero no más simple.

Lo simple es, literalmente, lo que no tiene pliegues, lo que carece de realces, arrugas, asperezas o adornos. Su virtud principal puede que sea la claridad. Pero, por contra, su exceso puede resultar decepcionante y banal. Hallar el equilibrio de lo controladamente complejo resulta a la vez de no inmediato siempre atractivo y luminoso.

La búsqueda de lo estricto es en sí un bello objetivo pero, facta non verba, conseguirlo no supone sólo un cabal planteamiento aislado requiere mantener una actitud constante y real de limpieza propositiva. En la evolución el éxito está en la selección. Las decisiones no son nunca autónomas y conllevan cadenas de consecuencias. El verdadero avance resulta cuando se logra conservar un criterio descontaminado de categorías superfluas. Cuando se sostiene la adecuada actitud en la que la indagación selectiva conlleva precisiones constantes. Y libres.

Sea dicho con todo cariño.





6 de julio de 2018

NUBES

"No habrá una sola cosa que no sea una nube. Lo son las catedrales de vasta piedra y bíblicos cristales que el tiempo allanará. Lo es la Odisea, que cambia como el mar. Algo hay distinto cada vez que la abrimos." 

Nubes (I). Jorge Luis Borges 


El pensamiento humano es un misterio. Soporta una variedad de formas inimaginable. Detenta continuos cambios y velocidades. Es muy fugaz, pero a la vez profundo e inaprehensible. Es sorprendentemente simultáneo y ubicuo. Y aunque se pretenda no se puede sentir en su totalidad, ni en su intimidad. Podría derivarse que su superficie es de la misma naturaleza que su interior, pero su estructura, incluso su genealogía, es insondable y hermética. Es tan episódico como entero. Y nunca, en ninguna ocasión, se puede completar. 

Muchos han visto el pensamiento como una nube. El acto de pensar supone construir un sistema de conocimiento pretendidamente integral, alternando continuamente localizaciones con visiones. A menudo roza la arrogancia de pretender la totalidad pero en su levedad, como soñaba Italo Calvino, "invita a volar como las brujas encima de utensilios humildes". 

Hacer arquitectura es, aunque silbe a simplificación, abordar desde el pensamiento y la acción la complejidad de la vida del hombre. Y ese pensamiento que deriva en acción supone abordar conscientemente un cuerpo tan etéreo como inexplicable. La bruma es persistente y se requiere valentía y arrojo para internarse con determinación en ella. Aunque no esperemos nada más que aquello que seamos capaces de capturar y materializar. 

Buscamos materializar el pensamiento. Y esa paradoja entre lo asible y lo inasible, entre lo mensurable y lo inconmensurable, nos posiciona en una perplejidad constante. Nos mantenemos entre la ignorancia y la certeza, entre el escepticismo y el dogmatismo, en un territorio que despejamos como ajeno al sacar provecho de esa perturbación que entendemos es fértil, sutil y tensa. Se trata de un afortunado estado mental en el que un complicado juego de propósitos, vaguedades, preferencias, cálculos y sentimientos nos lleva a localizarnos en una búsqueda creativa. Adoptando una actitud vital. Se trata de un suspiro interno, animado por la duda, la sorpresa y el asombro. Por el método, la eficacia y el esclarecimiento. Como elocuentemente dijo Mann capaz de “infundir el entusiasmo del espíritu en la materia”. Sin esa perplejidad, sin la incertidumbre activa, no hay ocurrencias. No hay aprendizaje. Tan es así el resorte de la creación. 

Es como aquel juego de las nubes, recuerdas, donde las formas al viento invitaban a proponer significados sorprendentes. 






29 de noviembre de 2017

ORDENAR JUGUETES

Hay universos, el nuestro es uno, donde se juntan un incontable número de presencias diversas. Se unen, se enlazan, se congregan, se agrupan, y a veces se amontonan. A menudo se aglomeran y reúnen, se acopian y apilan, incluso se hacinan en cantidades no mensurables. Entonces tendemos a producir, inevitablemente, intencionadas conexiones, enlaces, ligaduras y vínculos. Órdenes. Lugares correspondientes. Por ocultos que puedan parecer y aparecer siempre encontramos modos de relacionar las cosas.

Juntar armónica y equilibradamente es una tarea que requiere atención y mesura. Pero debemos ultimar que es tan natural como abstracta. Para hacer ese viaje del desorden al orden llevamos asimilada la estrategia del contrario. Y, con ella, la adición nos lleva a la sustracción, la pauta a la excepción, y la repetición a la ausencia. Buscamos y encontramos estrategias de conexión. Vinculamos intereses con órdenes. Y finalmente imponemos reglas de un juego cuya única misión última es la unión. Superar el sinnúmero para producir el uno.

Kahn estaba convencido de que los arquitectos deberían ser compositores, no diseñadores. Compositores de elementos, entendiendo como elementos las cosas con entidad propia, indivisibles. Para él la Arquitectura partía de la definición exacta de las diversas estancias y su juego se centraba en la creación de una estructura claramente expresada, generadora del carácter, y un orden geométrico, provocador de una alta intención. Su legado nos dejó conmovedoras presencias eternas.

Cada acercamiento a la Arquitectura supone, de manera invariante, definir ese ánimo interno y capaz de ordenar los juguetes de nuestra habitación. Una habitación propia o ajena, individual o colectiva,  siempre repleta de opciones y necesitada de elecciones.



No es lo mismo mirar que ver. 




27 de noviembre de 2017

EL DIBRUJO

"En manos del arquitecto, el lápiz constituye un puente entre la mente que imagina y la imagen que aparece en la hoja de papel; en el éxtasis del trabajo, el dibujante olvida tanto su mano como el lápiz y la imagen emerge como si fuera una proyección automática de la mente que imagina; o quizá sea la mano la que verdaderamente imagina en tanto que existe en la vida del mundo, la realidad del espacio, materia y tiempo, la condición física misma del objeto imaginado."
(Juhani Pallasmaa, -la mano que piensa-. 2009)


Las destrezas, la inteligencia creativa y las capacidades conceptuales de todo aquel que busca satisfacer un resultado físico pasan siempre por el canal de nuestra extremidad más preparada, más hábil y capaz, y allí se produce una suerte de traducción mágica, inesperada. Emerge una fascinación, una atracción incontrolada, un hechizo que traslada la atención, y disloca el significado.
Debajo del dibujo de la mano atenta hay mucho más que una representación. Aparecen códigos de interpretación que surgen de la memoria y de esa sabiduría que, efectivamente, es existencial pero también corporal. La mano detenta un poder de transformación y figuración inmenso. El lápiz dibuja no sólo lo que ve, también lo que se puede llegar a ver, más allá de lo inmediato. Y esa generosa amplitud provoca que la mano y su dibujo sean capaces de alterar el ánimo y la intención.
A veces, muchas veces, da la sensación de que el dibujo no naciera de la mente del que lo realiza. Pareciera que tuviera vida propia y surgiera de un lugar no reconocible. Pero la mano, es palpable, ha sido quien lo ha producido. Sus movimientos, podríamos pensar que inconscientes, han derivado en un producto tan esencial como asombroso. Está ahí y su lectura y traducción pueden llevar a nuevas reflexiones y sensaciones. No sé sabe porqué, pero dice cosas que antes de aparecer ese dibujo no estaban.
De nuestra capacidad de sorpresa y embrujo ante lo que trasluce la mano depende nuestro poder de transformación.
No en vano el verbo dibujar viene del francés "deboisser", literalmente -labrar en madera-. Y de ahí se ha venido a conjugar todo lo relacionado con debastar, esbozar, esculpir... y obrar.

Cuánta madera.