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21 de noviembre de 2017

DES-CUBRIR

Como buscadores de sorpresas eficaces nuestra capacidad creativa puede quedar mermada por la existencia de demasiadas capas de información. Dificultada por una densa cobertura de hipótesis inconscientes, conceptos heredados e ideas no expresadas. Sólo conseguimos liberarnos de manera efectiva cuando, desde la práctica de un pensamiento lateral, somos capaces de impedir las valoraciones preconcebidas, las rígidas polarizaciones, y procedemos a deshacernos de los patrones del pensamiento inflexible. El feliz descubrimiento sólo surge cuando somos capaces de desarrollar nuevas alternativas, dejamos de aceptar las suposiciones automáticas y dudamos de lo anticipado. 

Pero para reconocer las suposiciones ocultas, aquellas que se encubren tras las posiciones inmediatas del planteamiento, es necesario clarificar con nitidez la idea principal, actuar descomponiendo y reordenando el problema. Es práctico proceder mediante la inversión perceptiva, transformando las cosas en sus contrarios. También resulta eficaz incurrir en asociaciones de ideas fuera de lo acostumbrado, hacer acertadas analogías que permitan distanciarnos del problema a resolver. Cambiando el punto de partida, aquello que se considera en primer lugar, somos también proclives a transformar el campo de atención haciéndose posible una nueva restructuración. Habilitando un desconocido campo de entendimiento. 

Al alejarnos estratégicamente del problema, al valorar de forma intensa y libre los hallazgos, y experimentar mediante una actitud preferentemente lúdica, seremos capaces de saber encontrar nuevas soluciones cuando conscientemente buscamos otras. 

Todos quedamos seducidos por la magia de la serendipia, aquel poder instantáneo por el que se encuentran determinadas soluciones sin proponérselo, aparentemente por accidente. Y es que el brillante arte de descubrir no sólo depende de la fortuna, ni de la sagacidad. Proviene de una curiosidad insaciable, de una educada percepción, de estar dispuesto a no despreciar ningún resultado posible, de nuestra atenta capacidad de sorpresa y aprendizaje, y de haberse convencido de que pensar de modo diferente, eludiendo los miedos y yendo lo suficientemente lejos, en definitiva procurando conectar ideas que aparentemente no tenían conexión ninguna, es el único camino posible para allanar el misterio de la solución. 

Nuestra intuición, factor clave y esencial, esa facultad comúnmente adormecida, nos hace percibir las diferentes ideas como unidades de indagación y son siempre las aptitudes de fluidez, flexibilidad y originalidad las que hacen la diferencia. De nuestro entrenamiento y disposición depende saber ver la luz. 

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