and architecture, hand made architecture

30 de octubre de 2019

¡Ale Hop!













(expresión ritual utilizada en el circo para jalear los números artísticos.)


Cuando de hacer arquitectura se trata es común encontrarse ante frecuentes procesos disyuntivos. El dilema principal surge cuando entra en juego la confrontación entre el pensamiento crítico y el creativo. El motor crítico, lógico y racional, ciertamente convergente y concentrado, evalúa y juzga la validez de los resultados inmediatos y localiza errores. Sin embargo el impulso creativo, intuitivo e inconsciente, divergente y lateral, privilegia transgredir lo establecido y se empeña en buscar innovaciones. Mientras que la fuerza crítica examina dentro de los marcos y procedimientos aprendidos, la potencia creativa transgrede los límites para actuar más allá de lo conocido.

Aunque tal dicotomía no podría funcionar si no fuera por el principio de complementariedad que nos lleva a reconocer que cuando el razonamiento falla, nos salva la imaginación, y cuando la intuición se ausenta, nos asiste el razonamiento, esa tensión dual a menudo nos limita mediante bloqueos operativos. Es entonces cuando nos valemos  de una forma específica de organizar los procesos de pensamiento buscando soluciones mediante estrategias no ortodoxas, que normalmente serían ignoradas por el pensamiento lógico. Ponemos en duda las suposiciones, hacemos preguntas no inmediatas, y nos aliamos con las extrañezas eficaces. Nos  concentramos en romper conceptos, en practicar la provocación y la disrupción, todo con objeto de facilitar la apertura de la mente para lograr la reestructuración de los estándares.

Ese movimiento, cual pirueta, requiere habilidad pero sobre todo entrenamiento. Sin la disciplina y deducción del razonamiento el pensamiento lateral creativo se limitaría a producir lábiles paradojas. Es entonces cuando pueden intentarse ciertas provocaciones controladas. Nos llegamos a plantear analogías, comparando ideas desvinculadas de lo racional, con ánimo de alejarse de los estereotipos, e indagar en la posibilidad de diferentes opciones. Nos aventuramos a ensayar la inversión de conceptos y procesos, alterando su sentido para reconocer su contrario y experimentar el problema de manera diferente. Fraccionamos lo unitario para obtener de las partes divididas, de la descomposición, nuevos órdenes y modelos de entendimiento. Nos desafiamos al negar las características obvias y generamos de ese modo nuevas situaciones posibles. Somos proclives a exagerar, distorsionar y modificar de cualquier forma las cualidades del entorno del problema. Maniobras todas fruto del acierto y la intensidad. Decantándose en su éxito como diestros trucos.

Siendo capaces de conectar el pensamiento con la acción, posibilitando la utilización de esas dinámicas transformadoras, tan lúdicas como performativas, y a su vez detectar y comunicar su sorprendente naturaleza, estaremos respondiendo al “Más Difícil Todavía”.













25 de enero de 2019

KISS

(Keep It Simple Stupid)











A menudo la complejidad que manejamos es invasiva e inabarcable. Y es entonces cuando nos inclinamos a acudir a ciertos rituales de economía, a diestros procesos de ahorro y moderación, a practicar una medida parsimonia que nos proporcione el necesario progreso.

Cuando nos enfrentamos a procesos donde debemos vencer un contenido enredo, un reiterado entrelazamiento de variables, tendemos a valernos de métodos y habilidades con los que contrarrestar las muchas indeterminaciones que dificultan llegar a los resultados buscados. Ese denodado control de todo aquello que produce los avances significativos depende inevitablemente de una aprendida capacidad de elección pero también de saber involucrar una adecuada exactitud. De decidir ese corte o incisión que nos pueda dirigir a lo conciso, sucinto y exacto. Y esa sustracción selectiva, esa abstracción, consigue elevar la solución y la intención.

Muchos recuerdan el arcano medieval de Ockam que ante la disyuntiva de opciones probables se limitaba a proponer inclinarse hacia la corrección de una decantada simplificación, pero resulta conveniente descender al más contemporáneo aforismo que sostiene que todo se debería entender tan simple como sea posible, pero no más simple.

Lo simple es, literalmente, lo que no tiene pliegues, lo que carece de realces, arrugas, asperezas o adornos. Su virtud principal puede que sea la claridad. Pero, por contra, su exceso puede resultar decepcionante y banal. Hallar el equilibrio de lo controladamente complejo resulta a la vez de no inmediato siempre atractivo y luminoso.

La búsqueda de lo estricto es en sí un bello objetivo pero, facta non verba, conseguirlo no supone sólo un cabal planteamiento aislado requiere mantener una actitud constante y real de limpieza propositiva. En la evolución el éxito está en la selección. Las decisiones no son nunca autónomas y conllevan cadenas de consecuencias. El verdadero avance resulta cuando se logra conservar un criterio descontaminado de categorías superfluas. Cuando se sostiene la adecuada actitud en la que la indagación selectiva conlleva precisiones constantes. Y libres.

Sea dicho con todo cariño.